lunes, abril 30, 2012

La magnitud del desastre

Toda valoración de un desastre depende de la vara de medir que se use. Lo que para algunos puede ser banal, para otros se convierte en imprescindible. Como mi gorra. Sí, sí, he dicho mi gorra. Elemento indispensable de mi vestimenta los últimos dos años, no sólo para evitar resfriados, que también, sino por estética. Me gusta. Mi gorra de escritor que dice Coco. Sólo faltó que Quique González me dijera un día que parecía salido del Greenwich Village para acabarme de convencer que nunca me separaría de ella. Al menos voluntariamente. Porque de manera involuntaria desapareció en la fiesta de 66rpm. Tras dejarla encima de la funda de mi guitarra no la volví a ver. Mi cabreo unido a la decepción fue considerable. Ya sé que estaréis pensando que sólo era una gorra pero para mí es muy especial. Me ha acompañado en algunos de los mejores momentos de mi vida y me daba rabia perderla sin saber muy bien como. Rarezas que tiene uno. Que la gente me repitiera “sólo era una gorra” no hacía más que aumentar mi cabreo.

Andaba yo el viernes leyendo el blog de Dedos Pegajosos, dedicado esta última semana a hablar del ínclito Oriol Llopis y su nuevo libro, precisamente La Magnitud del Desastre. Algo me hizo levantarme de la silla de la mesa del ordenador para volver a mirar por enésima vez la funda de la guitarra. No, no estaba allí. La había buscado ya varias veces convencido de que podía aparecer por arte de magia. Así que decidí ponerme a cambiar las cuerdas. Tres se habían roto después de que el excelente guitarrista de Pájaro hiciera su show con ella. Cuando la cojo y la miro, allí estaba ella. Mi gorra dentro de la guitarra. Se había colado, como si tuviera vida, por al boca de la caja. La magia se había hecho realidad. Por culpa de Llopis y de Pájaro. Lo tengo claro. Así que los homenajeo leyendo el libro de uno mientras suena el disco del otro. Hoy se publica, precisamente, el libro de Llopis. He tenido la oportunidad de participar en su concepción, leyendo sus paquetes (que no capítulos) antes de llegar a imprenta. Aunque en un momento decidí no seguir leyendo. Quería guardar algo de magia para cuando el libro estuviera en mis manos. No crean que no me costó desengancharme. Llopis ha confeccionado un libro desordenado, como el Crónicas de su denostado Bob Dylan. Una obra igual que él (que Oriol, no que Bob). Hilarante. Ruidosa. Descarnada. Punzante. Irreverente. Políticamente incorrecta. Vital. Expresiva. Tenaz. Adictiva. Su subtítulo lo dice todo. Memorias De Un Rock Crític Poco Fiable. Fíense de mí y corran a buscarlo.

Sonando: Perqué de Pájaro

5 comentarios:

El Llopis dijo...

Me alegro enormemente por el -no lo dudo- emocionante reencuentro con su gorra. Asimismo, me alegro también sobremanera que te hayas divertido con mi libro, cabroncete vicioso. Por cierto, tras años de no quitarse la gorra ni pa dormir, el Dogo ha renunciado a ella. ¿Será que se ha rendido a la evidencia de que a tí te queda mejor?

Eduardo Izquierdo (aka Edu Chinaski) dijo...

Será amigo Llopis, será......Aunuqe nadie lleva gorras como Dogo....

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