jueves, febrero 28, 2013

Perros del Amor, Cristiano y el Rufián



Hay noches que pasan de estar a punto de convertirse en un suplicio a acabar siendo directamente memorables. Lo digo porque uno, que es muy futbolero y culé, como ya saben por aquí decidió irse el martes pasado a ver el concierto de The Dogs d’Amour en la sala 2 por delante del Barça - Madrid de fútbol, a la postre, sabia decisión, como también conocen y principal motivo de evitar el dicho suplicio. Todo empieza con una llamada al profesor Castarnado. “¿Vienes a los Dogs no Toni?”. La respuesta era evidente y decidimos quedar antes del concierto para ver 20 minutillos del partido tomando una cerveza. Suficientes para que Cristiano marcara el primer gol y nuestra decisión se reafirmara por sí sola. Salimos del bar a los 20 pactados minutos entre miradas de “ya se van los típicos que dan el partido por perdido”, pero no. Lo hacemos para llegar a tiempo de ver empezar el bolo y nos sorprendemos del sold out que se anuncia en la puerta. 

Al entrar comprendemos que allí están muchos de los viejos rockeros, de esos que sólo van a ese tipo de bolos mientras un conciertazo como el de Dirty Names se contentaba el día anterior con apenas 30 personas. Rockeros que lo fueron con ganas de revivir pero que no tienen ningún interés en nuevas bandas. Siento una mezcla de pena, decepción y simple aceptación. Las cosas son así. Y ya está. Me voy a un lateral de la sala solo. Siempre tengo momentos de soledad en los bolos porque los busco, y la banda mientras sale al escenario. Tyla está más gordo, el resto más delgados. Desde el principio, el cantante se muestra limitado de voz y hacen demasiadas pausas entre tema y tema pero ¡vaya tema! Putos himnos, oigan, no se puede decir de otra manera. «Medicine Man» es la primera que me insufla energía. Toni se acerca y me dice “¿siguen 0-1?” y me doy cuenta de que no lo sé, porque no he mirado el móvil. Suena «Billy two Rivers» y a pesar de mi dolor de garganta por el semiresfriado me desgañito con ella. Nunca me ha gustado que se empeñaran en hacerla en eléctrico pero es tan grande esa canción. Creo que la votaría como la mejor acústica de un grupo eléctrico. El bolo sigue adelante y la intensidad crece cuando las pausas entre temas disminuyen. Lagrimillas al recordar viejos tiempos. 22 años han pasado desde que esa formación se convirtiera en la mejor que los Dogs han tenido nunca. Y Jo Dog sigue siendo el rey. “Mierda” suelta el de delante, y entonces miro el móvil. 0-2. Cristiano otra vez. Que le den por saco. Viva el rock and roll. ¿Hay algo más grande que «How Come It Never Rains» aunque ahí Tyla ya no pueda cantar? Tampoco lo hace en «Errol Flynn» y tampoco hace falta. Da igual, lo hace el público. El final va como se esperaba «I Don’t Want You To Go». La releche. 0-3 me dice mi chica por el whatsapp “has acertado yendo al concierto”. Lo sé hace mucho rato. 

¿Pero qué es un buen culé sin caer en el desánimo? Post-concierto con Manel Celeiro, el profesor, Jorge Ortega y los Lipstick en el Rufián. No tenemos entrenador. No hay plan B. Se ha acabado. Es la era del Madrid. Son mejores en físico…..Esos eran sus comentarios y yo intentando convencerlos de lo contrario. Risas y cervezas especiales. Esas mixtas ideales que ponen solo allí. Muchas. Las 2 de la mañana de un martes es buena hora para irse para casa, bebido y contento, mientras en la calle dos tías se discuten por unas pastilals de diazepam y se tiran de los pelos. Nos vamos hablando del poster del concierto de Pony Bravo con el puto Rajoy en primer plano. Poster del año desde ya. A las siete suena el reloj. A currar. Como un culé feliz, manque pierda.

Sonando: How Come It Never Rains de Dogs D’Amour

Foto: Xavier Mercadé

miércoles, febrero 27, 2013

Marciulonis y Jerry Garcia



Emoción. Esa es la principal sensación que me produjo el visionado de The Other Dream Team, el documental que recoge el paso de la selección Lituana de baloncesto por los Juegos Olímpicos de Barcelona y de pasada el proceso de independencia del país respecto a Rusia. Emoción por ver a algunos de mis ídolos de juventud. Arvydas Sabonis, Šarunas Marčiulionis, Valdemaras Chomičius, Rimas Kurtinaitis y Sergėjus Jovaiša. Ese es el cinco con el que se presentaban, con un jovencísimo Arturas Karnisovas en el banquillo que acabó haciendo fotos al partido de su equipo con el Dream Team americano. Buff, Marciulonis, ese hombre que siempre olvidamos cuando hablamos de los mejores jugadores de la historia del basket europeo. Qué calidad, qué fuerza. Un rockero en actitud. Como lo era toda la selección y como recoge el documental que muestra sus lazos con los Grateful Dead. Y es que Jerry Garcia y compañía pusieron el dinero y les regalaron camisetas diseñadas por el diseñador de la banda para que pudieran presentarse a un torneo en el que acabaron siendo terceros, ganando curiosamente al equipo unificado (antigua URSS) comandado por Volkov. Impresionantes las anécdotas y escalofriantes las historias de cómo Marciulonis salíó de la URSS para ir a la NBA. Amenazas a su familia, chantajes…Eso sí, me quedo como anécdota divertida la que explica Sarunas cuando fueron a ver a los dead a la cancha de los Golden State Warriors, donde jugaban al día siguiente y pensaron “¿pero cómo vamos a jugar mañana con todo este humo en el ambiente?”. Unos cracks.

Sonando: Truckin de  The Grateful Dead

martes, febrero 26, 2013

Diez razones para ver hoy a The Dogs D'Amour



Hoy tocan The Dogs d’Amour. Con su formación clásica (ojo, no original como se está diciendo, ya que en aquella estaba Ned Christie a la voz). Tyla, Jo Dog, Bam y Steve sobre el escenario. Encima lo hacen para recaudar fondos para un amigo que padece cáncer. El tema es que lo hacen  en lucha directa contra dos elementos incontrolables. Una el frío, que bueno, pasa. Pero la otra, ay la otra. El fútbol. Y nada menos que un Barça – Madrid de copa en el que se decide quién pasa a la final. Y el partido además es prácticamente a la misma hora. Por eso no van mal diez razones para optar por los Dogs en lugar del fútbol. 

  1.  Porque parece que los bolos están comenzando con «How Come It Never Rains».
  2. Porque las últimas veces que a vi a Tyla o a sus renovados Dogs todo fue bastante descafeinado y hay que recuperar recuerdos.
  3. Porque Jo Dog sigue siendo una estrella de rock con el paso de los años.
  4. Porque caerá «Billy Two Rivers» uno de los grandes acústicos de la historia del rock.
  5. Porque Tyla no tocará nada de sus discos en solitario.
  6. Porque probablemente volverán a pelearse y no volveremos a ver esta formación.
  7. Porque la última vez que vi a esta formación tenía pelo y así podré contar batallitas.
  8. Por curiosidad, para ver cómo suenan los nuevos temas que han prometido.
  9. Porque acaban los bolos con «I Don't Want You To Go»
  10. Porque existe FotMob Pro (investiguen)

Sonando: Errol Flynn de The Dogs d’Amour

lunes, febrero 25, 2013

Emmylou Harris y Rodney Crowell, regreso dorado



En 1975 Emmylou Harris debutaba con el disco Pieces Of Sky, al menos oficialmente, porque lo cierto es que existe un álbum previo, Glidding Bird, grabado en 1969 con su entonces marido Tom Sculum. Pero dado que ella considera su debut oficial esas “piezas del cielo” no le llevaremos la contraria. La canción que lo abría era «Bluebird Wine», un tema compuesto por Rodney Crowell que se convertiría en miembro de la Hot Band, su banda de acompañamiento, durante más de tres años. Casi cuarenta años después Emmylou y Rodney se reúnen en un estudio con la idea de grabar un disco conjunto y ella insiste en que ese sea su primer tema. Crowell no está seguro. “Chicos, escribí eso cuando tenía 21 años y creo que ahora puedo hacerlo mejor”, les dice. Así que la canción se reescribe, añadiéndole dos estrofas. “La carne de la canción es la misma”, dice Harris, “y el espíritu también: es una canción alegre. Es lo mismo ser alegre a los 20 o a los 60. Sigue siendo alegría”.

Alrededor de «Bluebird Wine» gira toda la grabación de un disco soberbio, algo con lo que no está de acuerdo mi buen amigo Jordi Pujol Nadal a través de su reseña en el último número de Ruta 66  al considerar que hay poco de evolución en la música de estos dos titanes. Mientras yo pienso que esa es la gran suerte de este disco, en el que Rodney aprovecha para recuperar algún tema como «Bull Rider», grabado por su entonces suegro Johnny Cash en 1979 (recordemos que Rodney fue marido de Rosanne Cash) pero que él nunca había tenido ocasión de registrar. De hecho el disco está lleno de ese tipo de historias, porque Rodney y Emmylou recuperan canciones que, en general, nunca habían tenido la ocasión de grabar pero que encontraban cercanas. Así abren el disco con la excelente «Hanging Up My Heart» de Hank DeVito, con un por cierto excelente trabajo vocal de Vince Gill. La canción pertenecía al primer discod e la actriz Sissy Spacek, producido en 1983 por el propio Crowell. Un DeVito también miembro de la Hot Band de Harris y que coescribe la intensa y dylaniana «Black Caffeine» junto a Donivan Cowart. Una Harris que se empeña en recuperar «Spanish Dancer» del Rumble Doll que Patti Scialfa, mujer de Bruce Springsteen, publicaba en 1993. Mientras, Crowell apuesta por la excelente «Dreaming My Dreams» del grandísimo Waylon Jennings. “Estábamos ensayando otra canción y Rod se puso a tocarla y le dije ¿por qué no la hacemos? Es uno de los discos más perfectos que se han hecho nunca. Pudimos contar con James Burton a la guitarra en ese tema y hemos podido aportarle algo” asegura Harris.

Ese es el espíritu del álbum. La falta de pretensiones pero la necesidad en el horizonte de poner de manifiesto grandes canciones. Y Old Yellow Moon lo consigue. Rodney Crowell resume: “¿no es maravilloso que podemos seguir haciendo discos? Ahí es cuando las canciones entran en juego. Si las canciones son buenas todo es posible. Es un compromiso con el arte que cada canción contiene y nuestro objetivo es hacerlas propiedad de la gente”.  Con esa forma de pensar ¿cómo se va a hacer un mal disco?

Sonando: Bluebird Wine de Emmylou Harris & Rodney Crowell

viernes, febrero 22, 2013

Kasey Chambers y Shane Nicholson en La Ruta Norteamericana



Un placer colaborar regularmente con La Ruta Norteamericana de El País. Para la última entrega he optado por recuperar la pareja que forman la bellísima Kasey Chambers y su marido Shane Nicholson, que el año pasado nos sorprendían con el fantástico Wreck & Ruin. Ahí va un extracto del artículo y la invitación a que lo leáis completo AQUÍ.

Kasey Chambers canta con la dulzura del mazapán y Shane Nicholson es el papel de celofán que la envuelve tersamente. Sus discos siguen la tradición de los grandes dúos de la historia de la música country, desde Porter Wagoner y Dolly Parton a George Jones y Tammy Wynette, pasando por Johnny Cash y June Carter, Emmylou Harris y Gram Parsons o los ya citados Buddy y Julie Miller. Con 13 canciones en su edición normal y 18 en la edición especial, bien harán en optar por esta última para no perderse cosas como la versión del «Misdiagnosed» de Harry Hookey que en la voz de Chambers supera ampliamente la original.

Sonando: It’s Too Late de Kasey Chambers & Shane Nicholson

jueves, febrero 21, 2013

Voy a darte un Malconsejo



Me encanta la sección que Efe Eme llama Operación Rescate. La cosa se trata de buscar u disco que tenga como mínimo una antigüedad de 10 años y reseñarlo actualmente. Es decir, no se buscan reseñas antiguas, sino que, con la perspectiva que te da el paso de una década como mínimo enfrentarte a escribir sobre algo. Vivir Bajo el Agua de Malconsejo es mi tercera aportación a la sección tras hablar primero de Proscritos y los Nu Niles. Y es que el disco de Campos, Cabalo, Beltrán y Buonamisis fue durante mucho tiempo uno de mis discos de cabecera. Hoy, al pincharlo más de diez años después de su edición,  me sigue pareciendo totalmente actual, tanto en cuanto a sonido como en lo que respecta a sus canciones. Sigue siendo tan compacto como entonces, y eso es lo mejor que se puede decir de un disco cuando han pasado tantos años. Os dejo con el final de la reseña, el resto podéis leerla AQUÍ, y espero que esto os haga recuperar un disco soberbio.

La aventura fue corta, al menos en lo discográfico, pero su importancia como banda seminal está fuera de toda duda. Pusieron junto a otros la primera piedra de la efervescencia que hoy vivimos en la apuesta por el rock cargado de buenas letras y siempre deberemos estarles agradecidos por eso. Además lo hicieron con discos tan redondos como “Vivir bajo el agua”, que trece años después sigue sonando tan bien como la primera vez. Y eso, amigos, no es fácil.

Sonando: Perro de Miel de Malconsejo